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Posts Tagged ‘literatura’

  1. Casualidades de la vida

    December 13, 2011 by viobella

    Pienso mucho en el curso pasado y no me sobran los motivos. Cuando solicité el auxiliar de conversación para irme a Francia no podía ni imaginar que terminaría en el mismo departamento donde había realizado la Erasmus, en el departamento 95, a unos 30km de París, en un pueblecito llamado Auvers-sur-Oise.

    El principio fue duro, como casi todos los principios. Encontrar alojamiento fue una pesadilla y eso que contaba con el apoyo de mi gran amiga Sophie y su pareja Simon, que se ofrecieron a acogerme mientras tanto y a aguantar mis lágrimas… Cuando me pongo dramática no hay quien me gane.

    En este laberinto de papeleo, búsqueda de techo, cansada ya, con pocas esperanzas, me fui al Pompidou donde trabajaba Miguel Sevilla, un artista, una persona maravillosa. A Miguel lo conocí por casualidad en una noche de Slam en París hacía dos años y tenía una historia para libro: su abuelo era de Ubrique, mi pueblo natal, y había emigrado a Argentina durante la dictadura. Él había viajado a Europa para intentar trabajar de lo que amaba: el teatro, la poesía, la pintura, recitar tangos…

    Ese día en el museo conocí a Katayoun, una pintora que vivía en Auvers. Ella me habló de una amiga que quizás estaba interesada en alquilar una habitación en la ciudadela de artistas donde vivía. Al principio la idea de vivir en el pueblo no me motivaba demasiado, quería vivir en París, pero el primer encuentro con Alexandra y ese lugar me convencieron de lo contrario. Mi cita con Alexandra fue sobre las doce y media en una mañana de finales de septiembre húmeda y con niebla. Tras perderme por las calles de este pueblecito con aires medievos vi de lejos a una mujer con un poncho, con una taza en la mano, que me llamaba.

    Era efectivamente una ciudadela de artistas. Un conjunto de casas preciosas, personalizadas, con detalles por doquier, con una galería en el centro para realizar exposiciones.

    Entramos en la casa por el taller, una habitación de techos altos con un piano, libros, muchos diccionarios y un perro que me husmeaba las piernas. Me invitó a ver la casa y a tomar un agüita, como ella llamaba a tomar un té. Toda la casa era preciosa, colorida, con cuadros, esculturas, fotos familiares en blanco y negro, muchos libros infantiles y dibujos de Diego, su hijito de nueve años que vivía con ella. Alexandra hablaba castellano, como sabría después, sus padres eran de Chile. Su padre es filósofo, escritor y fundador del grupo de música Quilapayún y, claro, tuvieron que salir por patas a Europa huyendo de la dictadura.

    Decidimos que me mudaría dos días más tarde y así fue. Llegué y ya estábamos toda la familia al completo. Diego es un niño brillante, inteligente, a veces habla con un adulto pero su nerviosismo en la mesa delataba su niñez. Alexandra, una mujer de carácter pero cariñosa, traductora, escritora, madraza, buena cocinera y con unas ganas de búsqueda constante en la vida que en pocas personas he visto. Para terminar el cuarteto estaba Gnochi, el perro que casi era una persona más en la casa, el pobre murió el verano pasado de cáncer.

    Así pasó el largo invierno y llegó la primavera. Entre idas y vueltas a París para pasar unos momentos inolvidables con mis amigos, mi trabajo en los colegios dando clases de español, los viajitos a casa y por Europa cuando se podía…

    Y en primavera terminó el año en Auvers, en París y en el número 5 de la calle Montcel. Muchas cosas quedaron por hacer pero muchas más cosas se quedan en mis recuerdos.

    Llegados a este punto se dirán que poco tiene esto que ver con la traducción. Pues bien, quizás nada para vosotros y mucho para mí. La experiencia de haber vivido con una profesional del sector me ha hecho ver desde muy cerca cómo es el día a día de una traductora y, además, literaria.

    Mi decisión de realizar el Máster en traducción para el mundo editorial tiene mucho que ver con esta vivencia, así como el deseo de traducir literatura algún día no muy lejano.

    V.