Creo que estamos viviendo uno de esos momentos en los que la retórica retoma mucha importancia en la vida diaria. Quizás ha ocurrido algo similar durante las diferentes crisis que ha sufrido la humanidad. Me explico.
La retórica describe las necesidades de la política en estos tiempos. Los políticos necesitan recuperar la retórica porque se trata, tal y como indica Antonio García Berrio en Teoría de la literatura, de «una especie de mecanismo universal de persuasión, con reglas no demasiado bien definidas o cuanto mucho un raquítico sistema de estrategias de diálogo o de argumentación […]». Los políticos y los medios necesitan un discurso persuasivo ante las masas; ofrecer una información propagandística escogida con esmero para dar las informaciones que a ellos les interesa dar al ciudadano. El modelo de la teoría de la información que elaboró Jakobson se cumple: hay un emisor (un político) que transmite al destinatario (un ciudadano) a través de un canal (los medias) un mensaje (propaganda, persuasión) organizado según las reglas de un código actual. El canal y el código probablemente sea lo que más ha cambiado si comparamos esta época con otras.
En tiempos de crisis la retórica vuelve a necesitarse porque la humanidad está falta de un líder. Quizás en una crisis en pleno siglo xxi más que en otras ocasiones porque una gran parte de la población europea está falta de un líder religioso. Poco a poco nos hemos despojado de ideologías y de valores porque se cree que pueden frenar el desarrollo, el progreso. (Esto es discutible, claro). Puede que si cubrimos las necesidades básicas, ese líder no sea necesario. Quizás cuando tenemos el estómago lleno dejamos de pensar. Pero entraña sus peligrosos porque el miedo también hace que dejemos de pensar y nos paraliza. Ahí es donde entra en acción la retórica. La fuerza, el poder la palabra bien utilizada. Bien utilizada no significa para hacer el buen uso de la palabra, ya que, a veces, puede ser para todo lo contrario. A lo largo de la historia, esas necesidades se han visto mermadas y hemos tenido la sensación de estar solos ante un precipicio. Aquí entra en juego el «populismo» político que tan en auge están en estos momentos y, con ello, la retórica. La voz que guía al pueblo. Esto no es nuevo y todos los sabemos, ellos también. Esto funciona y ellos también lo saben.
En el mundo clásico el uso de la palabra se convirtió en un objeto de enseñanza, también debido al porcentaje de analfabetismo (aunque las carencias de la época contemporánea son otras quizás no menos importantes). Ya se sabía que la palabra tenía un poder oculto. No se podía llegar a ser alguien en la vida sin conocer de la retórica y ser un buen orador. Todos hemos visto en las películas esos hombres vestidos de guerreros, fuertes, con voces graves que dejaban perplejos a todos los que se encontraban en el ágora. Y en un tiempo más contemporáneo vemos a algunos líderes políticos gritando sandeces y encandilando al pueblo con mentiras que quieren escuchar. Además, contamos con esa tradición política de hacer campaña viajando de un sitio a otro del país y dando discursos memorables en los que se juegan la candidatura.
Tendremos que aprender de nuevo el arte del hablar. Ya lo decía Platón con su idea pitagórica en Fredo. Habrá que aprender las directrices para conducir las almas, aunque sea la nuestra propia.
V.